La ACB y su apoyo moral

Los datos presentados por la junta de accionistas del Joventut SAD reflejaron que la situación, con 15 millones de euros de deuda bruta, es muy mala. Es cierto, como dice su presidente, Jordi Villacampa, que hay que cambiar el modelo porque se gasta más de lo que se genera, que a otros clubs las instituciones públicas les ayudan más y se podría añadir que otras entidades pagan menos impuestos (por cierto, en qué pensaba Eduard Portela cuando hace días dijo que abogaba por la armonización fiscal en Europa. ¡Pero si la ACB nunca ha estado armonizada!). Todo eso es cierto, pero es evidente que a Villacampa claramente le faltó lanzar un mensaje de autocrítica. En definitiva, a él le ha pasado lo mismo que a muchos: que ha alargado más el brazo que la manga y se va dejando un agujero tremendo, algo que no es el mejor aval si es cierto que su siguiente paso es convertirse en el relevo de Portela.

Pero más allá de Villacampa hay que señalar a la ACB y a este sistema tan poco solvente. Es cierto que la deuda total de todos los clubs de basket ACB es una cantidad ridícula si la comparamos con lo que debe sólo un club de fútbol de la Primera División, también es cierto que todo el deporte español está igual y que los clubs de basket en Europa se encuentran en situaciones en general mucho peores. Todo eso es cierto, pero no puede ocultar que la ACB no ha logrado generar el suficiente interés (de aficionados, patrocinadores, etc) para que este chiringuito sea rentable.

Y lo grave es que con tantos clubs con problemas económicos Portela expresara en una asamblea su “apoyo moral” a estas entidades. ¿Apoyo moral? Creo que necesitamos mucho más que eso

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