Gogea Mitu, el rascacielos de las doce cuerdas

El púgil rumano, el más alto de todos los tiempos: 2,24 m.

Los que hoy nos sorprendemos cuando vemos la enorme estampa del ruso Nikolai Valuev, con 2.13 m. el campeón del mundo más alto de la historia del boxeo, deberíamos echar la vista atrás para descubrir que hubo un coloso aún más imponente en el deporte de las doce cuerdas. Gogea Mitu, un rumano a quien se conocía, con sobrados motivos, como 'el gigante de Marsani', dejaba boquiabiertos a sus contemporáneos de los años 30 con sus 2.24 m. de estatura y 183 kgs. de peso. Su presencia en el pugilismo fue tan fugaz que quizá ese sea el motivo de que sus pesadas huellas apenas se reconozcan hoy: sólo disputó siete combates oficiales y cuatro o cinco exhibiciones antes de que una repentina tuberculosis se lo llevara para siempre cuando aún no había cumplido los 22 años.

Mitu, cuyo nombre real era Gogu Stefanescu, llegó al boxeo por casualidad cuando era, literalmente, una atracción circense. Un cazatalentos italiano le descubrió durante una función y le convenció para que se calzara los guantes. En su época esos 2,24 m. hacían imposible que pasara desapercibido, y no llegó a envejecer lo suficiente como para que el gigantismo que padecía acabara por deformarle huesos y articulaciones, así que un deporte como el boxeo, en el que le bastaba con conectar un solo golpe para enviar a su oponente a echar la siesta, era ideal para sus aptitudes. Daba igual que nunca hubiera peleado antes: su mentor, el italiano Umberto Lancia –que fue su primer rival en un combate-test en el que comprobó que tenía la coordinación y agilidad suficientes– le enseñó las reglas del Marqués de Queensberry y luego le enroló en la París School of Boxing para que puliesen sus principales defectos.

Gogea nunca fue normal. Primero de los 11 hijos que tuvo su madre, que le parió con 16 años de edad, tuvo otro hermano con gigantismo que falleció a los siete años, cuando medía 1.80 m. A los 17, superando ya los 2.20 m., un circo de Praga le reclutó como atracción de feria y así se ganó la vida, alternándolo con tareas de presentador-freak en otro circo de Mónaco. Tenía el don de la palabra y era sumamente inteligente, pero cuando Lancia le ofreció el pugilismo como un camino fácil y rápido para hacer fama y fortuna, no se lo pensó. No era barato calzar un pie de 38 cm. ni vestir una espalda de 1,05 m. de ancho: para hacerle un traje se necesitaban 7,5 m. de tela y dormía en una cama de 3,5 m. x 2 m. que tenían que fabricarle artesanalmente.

Debutó ante un veterano púgil italiano, Severio Grizzo, que sabía perfectamente que iba a hacer la tarea de conejillo de indias y que trató de sacar los colores y evidenciar los defectos de su bizarro rival. No lo logró: Mitu ganó por KO en el tercer asalto. En su segunda pelea el rival era más serio, el campeón rumano del peso pesado, Dumitru Pavelescu. Y Mitu siguió impertérrito: venció por KO en el primer asalto. Ambicioso, su manager pensó que podía quemar etapas con mayor velocidad y decidió enfrentarle el estadounidense George Godfrey. Fue un error: el americano ganó por KO en el asalto inicial. Algunas fuentes hablan de un duelo de exhibición con el que fuera campeón del mundo de los pesos pesados, Primo Carnera, en el que el gigante italiano (medía 1.97 m.) ganó fácilmente, pero no hay registros fiables al respecto. Su representante varió entonces su programa y apostó de nuevo por rivales más modestos, hasta que Mitu estuviera realmente preparado para aspirar a retos importantes.

Nunca llegaron a saber si ese era el camino apropiado. En un trayecto en tren entre París y Bucarest, Gogea Mitu pilló un resfriado que se agravó rápidamente. Murió de tuberculosis en 1936, y su repentino adiós despertó en su época muchas suspicacias y alimentó teorías de la conspiración, entre ellas un envenenamiento por oscuros intereses pugilísticos.

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