Que les dejen jugar

Uno de los grandes problemas del basket en las últimas dos décadas ha sido que cada uno de sus actores ha mirado sólo por sus intereses particulares, sin preocuparse en absoluto por el bien del deporte. La NBA no piensa en el baloncesto cuando se plantea un posible cierre patronal; la Euroliga no piensa en el baloncesto cuando limita el acceso a su competición a los equipos menos potentes a nivel económico; los clubs no piensan en el baloncesto cuando obligan a la ACB a mantener una liga de 18 equipos sabiendo que la vaca y el talento dan para bastante menos; y tampoco la ACB piensa en el baloncesto cuando impulsa o permite un pacto entre sus clubs que coarta la libertad de unos chavales.

¿Tan difícil es darse cuenta de que potenciando los intereses generales del baloncesto todo el mundo acabará beneficiado? En lo que se refiere a las canteras, es necesario que los clubs de elite se den cuenta de que la mejor forma de que salgan jugadores es que estos jueguen, sea en sus equipos o en otros. Ya habrá tiempo de pelearse por las jóvenes promesas; primero es mejor dejar diseminado el talento, lo que eleva la competitividad de los campeonatos y las posibilidades de progreso de un jugador. ¿Cuándo mejoró más Marc Gasol, calentando banquillo en un Barça lleno de estrellas o cuando tuvo protagonismo en el Akasvayu?

El segundo gran cambio a abordar por los clubs es de filosofía. Las categorías de formación se llaman así por algo, su verdadero objetivo debe ser impulsar el baloncesto, fomentar la practica deportiva entre los jóvenes y fabricar jugadores. El resultado no es ahora tan importante como que un pívot sepa botar el balón

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