No es habitual que un futbolista de elite diga lo que piensa. Gerard Piqué, enemigo del tópico, lo hizo en una entrevista publicada ayer por Mundo Deportivo que ha provocado reacciones adversas y desproporcionadas desde ambientes filomadridistas. El central del Barça dijo en voz alta lo que posiblemente un alto porcentaje de la masa barcelonista piensa desde siempre, incluido por cierto el vestuario azulgrana con Pep Guardiola a la cabeza, es decir, que el Real Madrid parte con ventaja en el tema arbitral. Al Madrid le ayudan más. Históricamente, pocas veces el Barcelona ha disfrutado de mejores arbitrajes que el Real, sentenció Piqué. Y su discurso, tildado de forofo (por escoger uno de los términos más suaves empleados a lo largo de la jornada de ayer en foros blancos), se vio ayer oportunamente corroborado por la tozuda realidad: el 2 a 0 que le fue validado de forma escandalosa al Real Madrid ayer contra el Murcia en eliminatoria de Copa (el partido acabó con un claro 5-1) sirve de perfecto soporte para la tesis de Piqué. El fuera de juego fue tan claro que se hace difícil entender por qué no fue sancionado ni por el árbitro ni por el juez de línea.
Pero el griterio contra Piqué, pese a la acumulación de pruebas, no cesó ni siquiera entrada la madrugada, momento en el cual la parrilla televisiva cocinada desde la capital suele echar humo.
Sorprende que las manifestaciones de Piqué generen semejante ruido cuando José Mourinho, que tiene un cargo de mayor responsabilidad que el central internacional, lleva puesto el traje de 'hooligan' desde el día en que fue investido nuevo técnico del Madrid. Las provocaciones han sido constantes, los dardos, despojados de elegancia, han formado parte del día a día, con cumbres de mal gusto como el gesto dirigido a los aficionados del Milan recordándoles con los tres dedos de la mano el triplete conseguido con el Inter. Quienes se hacen los indignados por las palabras de Piqué llevan riéndolelas gracias al entrenador portugués todo este tiempo.