Jorge Lorenzo, el niño fabricado para ganar

El nuevo entorno de Lorenzo ha dado estabilidad a un caracter singular

Cuenta la leyenda que Jorge Lorenzo recorrió sus primeros kilómetros sobre una moto en el vientre de María Guerrero, su madre, que trabajaba sobre su Vespino como mensajera en Palma de Mallorca. La suya no es una historia de niño con posibles al que le regalan costosas motos. La primera se la construyó su padre, Chicho Lorenzo, el hombre que le crió con el único objetivo de ser el campeón del mundo que desde ayer es.

El autodidacta Chicho experimentó con su propio hijo el método Lorenzo, 'disfrazando' como juegos infantiles auténticos ejercicios de destreza, y mucha disciplina espartana. Con tres años disputó su primera carrera de minicross . A los seis se estrenó en una competición oficial y ganó el Campeonato de Baleares. Con 10 ya había ganado ocho campeonatos autonómicos de minicross, trial, minimoto y motocross junior.

Fue en 1998 cuando Chicho Lorenzo se plantó en Barcelona para pasarle a Dani Amatriain unos videos de su chaval. Se hacía llamar Giorgio, iba rapado al uno y con dos estrellas en la cabeza, pero llevaba una posición sobre la moto inusual a su edad.

Tuvo que pedir un permiso especial para participar en el CEV en 2000 con sólo 13 años, una edad en la que ya afirmaba sus intenciones: “Soy Giorgio Lorenzo y quiero ser campeón del mundo”. Debutó en el Mundial de 125 el día que cumplía 15 años. Su paso por el Mundial 'pequeño', duró tres años y acuñó el 'por fuera' en la apurada de final de recta de la última vuelta de Jacarepagua en 2003, su primera victoria, donde avanzó a Stoner y Pedrosa.

Otros tres años pasó en 250cc. En 2005, el defensor del título Pedrosa le ganó todos los pulsos, algunos muy calientes, germen de su famosa rivalidad. En 2006 y 2007 se coronó como el mejor en la pista, pero fuera de ella tuvo que tomar partido entre su padre y Amatriain, en plena batalla por él. Contra natura, eligió al manager, que entonces ataba su salto a MotoGP al lado de Rossi.

En pista era un dios, pero le restaba la asignatura pendiente, conectar con el público. Su obsesión era lo bien que caía Pedrosa y la percepción de chulo y prepotente que tenían de él. Se aficionó a los shows para celebrar sus victorias y puso de su parte modificando su discurso. Perdió frescura, pero se transformó en el nuevo Lorenzo.

En su entorno seguía reinando el caos y hasta que no se hizo la luz, no halló la tranquilidad necesaria para ser campeón. De talento iba sobrado pero en su primer año MotoGP contaba las carreras por caídas, algunas aterradoras como en Montmeló, que le llevó a pasar 48 horas en la UCI. Admitió miedo y hasta pensó en dejarlo. Amatriain no estaba en condiciones de ayudarlo y llegó la ruptura. Adiós al 48 y bienvenido el 99.

Su presente es una bendición. Con un entorno más tranquilo, cálido y acogedor, del que forman parte su manager y preparador físico Marcos Hirsh, su jefe de prensa Héctor Martín y su asistente Carlos Gil, Jorge sólo ha tenido que pilotar y seguir creciendo, además de diseñar que es su pasión. Unido a unos técnicos y mecánicos que se desviven por él, Jorge ha ganado este año claramente la guerra con el gran Valentino Rossi. Casi nada

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