El balón no distingue nacionalidades

Más de 70 futbolistas defendieron en Sudáfrica unos colores de los que no son oriundos

“Mi vínculo con España es tan grande como con Brasil, y va a perdurar siempre”. Lo dice Marcos Antonio Senna Da Silva (Sao Paulo, 17/06/76), 27 veces internacional con España, un caso más de los 'nómadas' que han encontrado en el país que les acogió el lugar para desarrollar todo su talento.

Sin pretenderlo, responde así al miembro del grupo político fascista Liga Norte de Italia, Davide Cavallotto, quien avivó la eterna polémica al afirmar que un jugador nacionalizado nunca sentiría la camiseta de su país de adopción. Cavallotto censuró la convocatoria de Cesare Prandelli, del brasileño Amauri y el italiano, de origen ghanés, Mario Balotelli, a los que calificó de “descartes de otros países. Los auténticos representantes de este país no son sus extranjeros”.

Por suerte, una sociedad global como la de hoy en día, rechaza, salvo sonrojantes excepciones, discriminaciones por color, raza, sexo o nacionalidad. Y el espectacular y lucrativo mundo del fútbol no podía ser la excepción. Por ello en el reciente Mundial, por ejemplo, más de 70 futbolistas, de 26 selecciones, defendieron unos colores de los que no son oriundos.

El caso más flagrante es el de Argelia, que contó con 17 jugadores nacidos en Francia; el más cacareado, sin duda, el de Alemania, que con Podolski, Klose y Trochowski (Polonia), Marko Marin (ex Yugoslavia) y Cacau (Brasil) finalizó en tercera posición. Argentina contó con el francés Higuaín y Portugal ya que recibió la ayuda de Pepe, Deco y Liedson (Brasil) o Nani (Cabo Verde).

Pero esta circunstancia tiene antecedentes. Los 'españoles' Di Stéfano y Kubala son, quizás, los mayores paradigmas de jugadores naturalizados. Antagonistas en competiciones de clubs, siguieron una trayectoria casi paralela a nivel de selección. Ambos participaron hasta con tres selecciones nacionales diferentes.

Alfredo, antes de sumar 31 internacionalidades hispanas, jugó seis partidos con su natal Argentina y cuatro con Colombia. 'Laszly', por su parte, disputó con su país natal, Hungría, 6, 11 con la antigua Checoslovaquia y, finalmente, 20 con España.

En Sudáfrica se ha vuelto a demostrar que es algo común, pero hay varios tipos de naturalizados. Los hay que, a pesar de nacer en un lugar determinado, emigraron con prontitud y crecieron arraigados en otro territorio.

Son los casos de los Klose, Podolski o Higuaín que apenas sí tienen algún vínculo emocional con su país de origen. Por otro lado están los que, a pesar de haber nacido en el país que defienden, son considerados 'extraños' en casa por su ascendencia emigrante, como es Mario Balotelli (“un italiano negro no existe” apareció grafiteado en las paredes del Giuseppe Meazza).

Llegados a este punto cabría preguntarse cuál sería la Alemania de Joachim Löw si hubiese decidido prescindir de los 'emigrantes' Ozil, Khedira, Boateng o Mario Gómez por cuestiones de este tipo.

Por eso Marcos Senna, aunque reconoce que su integración le “resultó muy fácil desde el principio”, se alegra cuando observa jugadores naturalizados a los que les va bien porque “tienen que luchar contra muchas cosas”. El brasileño, nacionalizado español en el 2005 tras tres años en el Villarreal, considera “un privilegio” haber defendido la roja. Además fue una pieza clave en el equipo de Luis Aragonés para la consecución de la Eurocopa de 2008 en Austria y Viena a pesar de ser, según Cavallotto, un “descarte extranjero”.

Senna forma parte de un tercer grupo, quizás el más polémico, que incluye a los jugadores que, nacidos y criados en su país de origen, deciden defender la camiseta de la nación en la que han obtenido la doble nacionalidad por cuestiones de trabajo. En él también encontramos a los ya mencionados Amauri (Italia), Pepe, Deco y Liedson (Portugal), al también brasileño Mehmet Aurelio (Turquía) o el argentino Guille Franco (México). Incluso el mismísimo Leo Messi podría haber formado parte de este elenco si en 2004, con tan sólo 17 años, no hubiera declinado la oferta de Iñaki Sáez, por entonces seleccionador de las categorías inferiores, de formar parte del combinado nacional español

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