Phillips recupera el reinado de la longitud

ATLETISMO - MUNDIALES

8,54 para el americano y tres nulos y fracaso de Saladino

Un viejo 'rockero', Dwight Phillips, ha sobrevivido a los tiempos felices de Iván Pedroso y Yago Lamela. Phillips tiene ya 31 años y se le creía en la cuesta abajo después de la irrupción, en el Mundial de Osaka y en los Juegos de Pekín, del panameño Irving Saladino, el último rey, el llamado sucesor centroamericano de Pedroso. Pero Phillips, a punto de cumplir 32, sigue vivo. Ayer conquistó su tercer título mundial de longitud, uno más de los que en su día pudieron amasar Carl Lewis y Mike Powell, aunque Phillips jamás tendrá, parece, la relevancia histórica de aquellos dos.

Phillips, 8º hace un año en la final olímpica, había conquistado sus oros anteriores en París 2003 y Helsinki 2005. El primero fue un mano a mano inolvidable con Lamela en Saint-Denis. Para el segundo ya no existían como rivales ni el español ni Pedroso. Discípulo del 'gurú' de la época dorada de los saltos horizontales, Tom Tellez, este licenciado en periodismo y jardinero en sus ratos libres había vuelto este año a ser el que era, por sorpresa.

Más delgado y casi tan rápido como cuando era capaz de correr un 100 en 10”06, Phillips ha sido el mejor del año, sin discusión. Lo dejó claro en Eugene, donde dio el salto de su vida (8,74) a principios de la temporada al aire libre. En Berlín ya dio muestras de estar un paso por delante de los demás en la calificación (8,44), y ayer, en la final, más de lo mismo. El oro se lo colgó con un salto de 8,54, el segundo de una serie magnífica (8,40; 8,54; 8,37; 8,25 y nulo en el último). Sólo 'pasó' de un salto, el penúltimo, para reservarlo todo, por si hacía falta, en el último.

Gracias al campeón mundial indoor y plata olímpica, el surafricano Godfey Mokoena, hubo emoción y Phillips no se relajó. Mokoena saltó 8,47 en el segundo vuelo. Impresionante, pero no suficiente para el oro. Lo siguió intentando (8,37) el surafricano, un hombre con el ritmo en el cuerpo: fue campeón de su país en dos tipos de baile diferentes: el tango y el cha cha cha.

El bronce se lo quedó un australiano, heredero del 'hippy' Jay Taurima: Mitchell Watt arriesgó (cuatro nulos) pero dio con el brinco bueno (8,37).

A Saladino, sin embargo, ni se le vio. El panameño protagonizó uno de los fracasos más sonados de este Mundial. Se fue de la final sin puesto y sin marca, eliminado antes de la mejora con tres nulos, dos de ellos por escaso margen. Era el punto y final a un año discreto, en el que atravesó una pequeña lesión el pasado mes de mayo. “Nada salió bien. No sé lo que pasó. Tal vez fue la ansiedad por romperlo todo”, dijo Saladino tras su eliminación. “He hecho tres nulos y fuera. No se puede hacer nada más”

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