Estos griegos están locos

AT. MADRID

Maxi, Forlán y Agüero rescataron al Atlético del infierno para dejarle con pie y medio en el cielo

Obelix decía que los romanos estaban locos. Se equivocaba. Los que están locos son los griegos. Al menos, cuando hay un balón por medio, ya sea de fútbol o de baloncesto. El famoso infierno griego es un tema muy manido cada vez que el bombo empareja a un equipo español con otro de este país. “No es para tanto”, confesaba hace días Víctor Muñoz, ex entrenador del Panathinaikos. Debe ser peor el de verdad, si es que existe, de eso no hay duda. Pero el heleno impresionar, impresiona. Y mucho.

Una hora antes de que diese comienzo el encuentro, el Spyros Louis ya registraba tres cuartas partes de su aforo, 75.000 espectadores. Y no hizo falta que sus jugadores estuviesen en el césped para que comenzara el recital de cánticos y bailes con el verde por bandera... y por bufanda. En el fondo del precioso OACA Spyros Louis ocupado por la hinchada más radical del Panathinaikos (la peña 'Gate 13') no cabía un alfiler. De ahí surgían los gritos para hacer inaudibles los ánimos de los seguidores rojiblancos a su equipo. El 'Horto Mágico', himno no oficial de la hinchada del Panathinaikos, ya había sido interpretado antes de que los jugadores de Ten Cate saltaran al césped a calentar, primer momento de la noche en que el estadio se vino abajo.

La primera bengala hizo acto de presencia 20 minutos antes del comienzo del encuentro. Luego otra. Y otra. ¿La UEFA no lo prohíbe? Sí, pero Platini estuvo aquí no hace mucho y contempló el espectáculo con una sonrisa de oreja a oreja. Poco más se puede decir.

Que el choque comenzase era casi cuestión de estado. Los hinchas del Panathinaikos que se encontraban cerca de los colchoneros comenzaron a lanzarles botellas. Éstos respondieron y se lió. Todos mirando a la grada mientras los jugadores saltaban al césped. Pero en contra de lo que suele ser habitual, el pitido inicial calmó a las 'fieras' griegas. Más lo hizo luego otra, Maxi, cuando puso por delante al Atlético. Ahora los que reían estaban en el anillo superior, en la grada alta. Eran 300 e iban de rojiblanco. Pero tras el descanso, la fiesta fue verde con el empate de Salpingidis. Más bengalas, más humo, y algún periodista griego totalmente poseido con el tanto de su equipo, gritando y dando golpes. Daba miedo. El Spyros Louis comenzó a apretar. Volvía el infierno. Pero aparecieron Forlán y Agüero para devolver al Atlético al cielo. Menos mal, porque estos griegos están locos

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