Líder en el campo e icono de la afición

Dani Jarque se había convertido en uno de los líderes del vestuario por su intachable trayectoria y por su carácter tanto dentro como fuera del terreno de juego. Y para la afición perica, uno de los jugadores más queridos e idolatrados. Nunca tenía un 'no' para quien le pedía un autógrafo o para quien deseaba fotografiarse junto a él.

Estandarte de la última gran generación de la cantera perica, Dani maduró al lado de Soldevilla, Lopo y el propio Pochettino, pero ya sin ninguno de los tres en la plantilla era desde hacía mucho tiempo el indiscutible punto de referencia de la defensa.

Solvente, seguro, con clase, magistral en la anticipación, tanto por alto como a ras de césped, con criterio a la hora de sacar el balón desde atrás, su meteórica proyección estuvo a punto de llevarle a la selección de Luis Aragonés.

La historia de este jugador nacido un día de Año Nuevo resulta curiosa. A los once años probó como organizador y el Espanyol le abrió las puertas de par en par. “Tienes futuro”, le dijeron. Sin embargo, fue 'Tintín' Márquez, siendo entrenador del cadete perico, quien le reubicó de central.

Jarque se inició en el fútbol de la mano del Cooperativa Sant Boi, que le traspasó a los 11 años al Espanyol a cambio de 35.000 pesetas de entonces, unos 210 euros. Tras seis años vinculado a las categorías inferiores, fue ascendido a la primera plantilla de la mano de Juande Ramos en verano de 2002, cuanto tenía 19 años. Pero quien le hizo debutar en la Liga fue Ramón Moya, horas después de convertirse en el nuevo técnico para suplir a Juande. Debutó contra el Recreativo el 20 de octubre de aquel año.

Era la sexta jornada y Dani entró por Domoraud. Estrenó titularidad un mes después, frente al Atlético. Aquella temporada jugó seis encuentros y en la siguiente, con Javi Clemente y Luis Fernández en el banquillo, apenas acumuló nueve. Con Lotina el panorama cambió por completo y Jarque se convirtióya en un fijo indiscutible del eje de la zaga perica. Con Valverde se consagró y desde entonces ya nadie discutía su titularidad, siendo una pieza básica en el Espanyol de los últimos años.

El último capítulo de su consagración como histórico del Espanyol fue su elección como capitán del equipo el pasado 19 de julio durante la concentración en Peralada, cuando Tamudo le cedió el brazalete. Dani estaba muy ilusionado con el estreno de la nueva casa del espanyolismo, con el estadio de Cornellà-El Prat donde jugó por primera y última vez, el pasado domingo. Será recordado como uno de los futbolistas con más talento de la cantera y más destacados de este principio de siglo. Su fidelidad al club y su gran clase como jugador y como persona le convertirán en un símbolo para todo el espanyolismo

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