El Barça jugó el mejor fútbol del mundo, dio una exhibición hasta ahora no vista, cerró definitivamente la boca a las ridículas campañas de madriditis, canguelo o villaratos. No hay ninguna duda: el Barça está en otro planeta futbolístico distinto al Madrid. El FC Barcelona, con un equipo mayoritariamente formado en la cantera, sabe a lo que juega, disfruta, hace feliz a la gente y exhibe un modelo de fútbol ofensivo y amor a la pelota que estos futbolistas, con Guardiola, han sublimado.
El Madrid juega a la fe. Ayer Sergio Ramos regaló balones como su compañero Lass y Casillas se llevó seis. Ni tuvo fe. La superioridad blaugrana fue tan manifiesta que acabaron marcando dos centrales (Puyol y Piqué), el mejor jugador del mundo (Messi) y el crack recuperado en el mejor momento (Henry).
Un, dos, tres, cuatro, cinco seis, Baaaaarça!!!!!. Había que plantarse ahí, con un rival crecido, ansioso, apoyado por un público enardecido que acabó callado, seguramente admirando. Del pasillo a la pasada. El Barça, con el mejor estilo futbolístico del mundo, logró ayer volver a hacer felices a los barcelonistas y a todos los amantes del buen fútbol, porque fue una lección que humilló deportivamente al gran adversario, pero que dejó un sello personal de una forma de entender el fútbol. La mejor manera de entenderlo.
Ayer no hubo un jugador destacado, hubo un equipo que logró que la gente saliera a la calle en toda España para celebrar una Liga sentenciada, que todavía debe cerrarse, pero que ya está en el saco. Es justo. El Barça merecía ese 2-6, esta Liga y el reconocimiento de toda la gente a la que le gusta el fútbol ofensivo de terciopelo